Carrie Bencardino:
NUNCA VOY A OLVIDAR LO MAL QUE LA PASÉ

24 SEP ↭ 14 NOV, 2020

Texto de sala por Walter Lezcano / PDF ↯

Señales de una causa personal

Escribe la poeta Susana Thénon en Fundación: Inventemos la vida / nuevamente. Suena hermoso pero, ¿cómo hacerlo? Los personajes que habitan las obras de Carrie Bencardino parecen estar en esa búsqueda, en ese viaje. Y se trata de una aventura sumamente compleja porque la existencia es un campo minado donde todo falla: las instituciones, las máquinas, los corazones, el tacto. Estos seres tratan de filtran sus impulsos en esos desperfectos de espacio y tiempo que tiene la matriz, la picadora de carne. Se trata de mantener la atención en estado de alerta para no ser devorado. El trabajo, entonces, es travestir lo que nos rodea de una nueva piel, de un nuevo traje, de otro tipo de aliento.

Son, en principio, pinturas donde se muestra la densidad de estar en conflicto con el estado del mundo. Si el signo de lo contemporáneo es relativizar lo importante y arrodillarse ante el cinismo, estos personajes se toman muy en serio formas de vida que parecían, de algún modo, olvidadas. Es decir: ponen el cuerpo en función de sus deseos. Activar la velocidad de la sangre. La misión es encontrar el placer en medio de un océano de aburrimiento, obediencia y moderación. Un tatuaje, una canción de rock pesado, un nuevo color de pelo, un encuentro, en definitiva: lo disidente. Llevar la contra.

Carrie Bencardino ejerce una política de la mirada que trabaja con lo difuso, con lo fuera de foco, con una melancolía furiosa que no se rinde ni se entrega por una sensibilidad frágil, sino que busca de qué manera la vida presenta ciertos riesgos atractivos. Como
si fueran recuerdos de una temporalidad salvaje que se pone en acto en la obra. Y se pregunta lo siguiente: ¿estamos mirando bien? Es desde este posicionamiento en el que puede leerse el uso del color: grises, negros, rojos, amarillos, entre otros. Pero ninguno es utilizado de manera pura. Los colores son intervenidos y apuestan al mestizaje. Y eso: es un acto político. ¿Por qué? Porque la pureza es la represión. Y la represión hay que combatirla. ¿No es eso (tratar de destruir la opresión del Poder) ser joven?

Pero también está la reapropiación de materiales que son abordados como entidades religiosas: internet y el heavy metal. ¿No pueden ser concebidas como las nuevas formas que adquieren la mística? Absolutamente. Y es así donde la vida es recreada, su ubica en un nuevo espacio, se le da perspectiva. Entonces el ojo resignifica las piezas, los videos y los vuelve zonas de idolatría y exploración. Pero resulta paradójico porque también son percibidas como experiencias terrenales de comunión y entrega.

Pensar (y ver) en la performance La valla (2019) una manera de descubrir la manera que toman los cuerpos cuando están cercados y, a la vez, unidos con un mismo objetivo. O contemplar las obras que buscan el detalle (Cómo romper un corazón) para posar su mirada y localizar el contorno que le da sentido a una totalidad posible. Es la manera que tiene Carrie Bencardino de mostrar que lo real se compone de elementos a los cuales hay que prestarle muchísima atención.

En 1961 William Burroughs escribió la novela The Soft Machine. Y utilizó por primera vez en una ficción el término Heavy Metal. En el año 1964, en su siguiente novela (Nova Express), Burroughs desarrolló el concepto: usó el término para identificar a una raza de alienígenas de Urano y también a un tipo de música que escuchaba una segunda raza: la gente insecto. Unos años después, el Heavy Metal es la forma en la que se denomina uno de los tantos caminos que tiene el rock. Ahora bien, pensar el rock and roll en el 2020 es conflictivo. ¿No habían cerrado ese antro? Considero que muestras como las de Carrie Bencardino tienen sentido por esto: vuelven a dar la discusiones que hay que dar para ver de qué manera enfrentar un tipo de existencia que busca un poco de placer, nueva belleza y descontrol en un mundo que se empecina de forma brutal en mostrarnos el lado oscuro de la luna.