Teresa Giarcovich:

POPVERA
Curada por Carla Barbero

11 MAY ↭ 13 JUL, 2024

Texto de sala por Carla Barbero / PDF↯

Compramos el libro por $175. Fugazzeta, Pepsi, cerveza y un flan mixto por $350, dejo $30 de propina. Todo menos el coseguro y lo de la panadería es pagado con VISA débito que me devuelve el IVA. Al llegar a casa duermo una siesta.

Diario del Dinero, Rosario Bléfari

Un mundo hecho de bolsa. Teresa viaja de su casa al Easy y se trae una pila de bolsas reutilizables. Siempre que puede va y chequea que haya stock. Las acumula, prueba pliegues y formas voluminosas hasta construir un lugar. Deudor del patchwork, como también de las casitas de tela que hacíamos en la infancia con cualquier sábana o mantel, el nuevo lugar crece a medida que su construcción suma hileras de ladrillos, lo normal, digamos. Y como una cosa lleva a la otra, cualquier tipo de realidad viene con sus avatares. Las criaturas esperan el momento para actuar y cuando llega, mejor que sea con extravagancia. Como los diseños del Ballet de la Bauhaus, los vestuarios de Pablo & Delia, incluso los skins del Minecraft, en Popvera la fantasía se desata por un rasgo en particular, la repetición de un patrón, o como decía Massotta sobre el pop, “en la representación de lo representado”. Teresa construye este mundo con bolsas estampadas de ladrillos y azulejos que casualmente vende una empresa de materiales para la construcción.

En 1965 se lanza como publicidad de la Campbell’s Soup Company un vestido de papel, The Souper Dress inspirado en la clásica Latas de sopa Campbell de Warhol. El vestido se enviaba por correo luego que las personas ofrecieran dos etiquetas de latas de sopa y un dólar. Warhol toma la imagen de la sopa como un epítome del consumo de masas, la compañía despliega el poder creativo de la publicidad, y las mujeres toman sopa a cambio de un vestido que no tienen que lavar, una vez usado se tira. Un vestido, una ilusión. Salvando las escalas, parece que la relación costo-beneficio siempre fue el poema. En Popvera se exagera esa relación y la fantasía se amplifica como estrategia desalienante. Teresa ofrece una variedad surtida de trajes, accesorios y espacios para el goce y convivencia de nuestros avatares. Lejos está la moda o la sobriedad, en Popvera, podemos reconocer algunas formas textiles como una gorguera romántica o un hakama samurai, sin embargo, lo más importante es que se tratan de confecciones con profunda inutilidad práctica. Más cerca, geográfica y humorísticamente, estos trajes podrían ser parientes de aquel modelito que Fabulous Nobodies de Jacoby y Sainz hicieron con una obra de Omar Schirilo, la cual constaba de una palangana como pollera y un balde de top. En 1993, Roberto decía “pensamos que primero está la publicidad y luego la producción. Pensamos además que el tema de la moda se trata con excesiva frivolidad y el arte con excesiva seriedad”. 

En tiempos en los cuales la mayor parte de las conversaciones tratan de dinero, ya sea por su escasez, por la inflación, por el cruel mandato libertario, la quimera constructiva del hacer con “lo que hay” se presenta con todo el historial de la cultura argentina. Aquí y ahora son bolsas para hacer compras, bolsas vacías. Esa desnudez viste nuestros avatares con una excentricidad hecha de mampostería fake. ¿Un refugio, una camisa o un punto panorámico? ¿Un juego, un cuento o un sueño? Mirar lo cotidiano con extrañeza y performatizar los materiales comerciales desprestigiados son acciones que se vuelven a reafirmar en la actualidad, Povera argentino it’s real, decía un collage de Lucrecia Lionti allá por el 2017. Refundar lo real por vía de la fantasía es una tradición política que en estas latitudes conocemos muy bien, como también que tal cosa parece prosperar en medio del desorden.

—Carla Barbero

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