Mónica Millán:
COSITAS. EL OLVIDO DE MÍ
12 NOV, 2021 ↭ FEB, 2022
OBRAS EXHIBIDAS
Texto de sala por Georgina Guzman / PDF ↯
La tra(d)ición del desborde Las obras que Mónica Millán nos presenta habitan en un espacio incierto, pero no exento de genealogías, dentro de la Historia del Arte. Hay algo en ellas que remite incómodamente a la ortodoxia concreta, a la narrativa estereotipada del “punto y línea sobre el plano”, a la mentada primacía de los procesos intelectuales sobre la creación liberada y a la idea a todas luces falsa de un único lenguaje universal.
Esa relación incómoda, que entiendo como un espacio de (des)bordado de la tradición modernista que la artista somete a un análisis detenido, se plasma en este conjunto de cuerpos más o menos volumétricos hechos a partir de telas de diverso origen e historia, de colores modulados, con puntadas visibles, plenos de reminiscencias orgánicas e incuestionablemente hechos a mano.
Esa presencia de lo manual, lo no industrial, lo cotidiano, lo no seriado y lo vulnerable hacen de estas piezas complejos nudos donde se entrecruzan, como en una trama, múltiples tiempos. El tiempo del modernismo, cuestionado hoy. El tiempo de la hechura de cada pieza. El tiempo de existencia de cada tela. El tiempo de teñido de cada una de ellas. El tiempo de nuestra percepción, que se para en cada orden y en cada accidente del armado afectivo de cada “cosita”. El tiempo también de los cuestionamientos del pasado al canon modernista, reactualizados en cada puntada.
El ideal de la pureza del credo modernista, apoyado en una jerarquía de artes mayores y artes menores, mantuvo la ficción de una obra autónoma, existente casi sin mediación humana y basada en formas mínimas. Una obra masculinista. Científica. Trascendente. Dinámica. Eminentemente no decorativa. “Porque somos varones” en palabras de Amédée Ozenfant y Le Corbusier. Esta ortodoxia fue puesta en crisis primeramente por las mujeres creadoras del mismo momento histórico de las vanguardias, quienes revisaron críticamente las nociones en torno a lo decorativo, lo manual y lo formalmente imbricado. Y que, además, literalmente tejieron, bordaron e hilaron a contrapelo de las tendencias universalizantes, maquinales y “limpias”. Las “cositas” de Mónica Millán son asimismo un guiño a Rubén Santantonín y su arte de “cosas”, que él mismo entendía como “superación del objeto en el sentido de que esos mismos objetos, fríos y herméticos, [son] animados por la inevitable pasión humana”.
Me resulta imposible no pensar también en Anni Albers, en su trabajo y en su producción teórica inmensa. En “El material como metáfora”, de 1982, escribió: “La mayor parte de nuestras vidas vivimos encerrades en nosotres mismes, con un anhelo de no estar soles, de incluir a otres en esa vida que es invisible e intangible. Para hacerla visible y tangible, necesitamos luz y material, cualquier material. Y cualquier material puede llevar la carga de aquello que ha estado fermentando en nuestro consciente o inconsciente, en nuestra vigilia y en nuestros sueños”.
Cualquier material, dice Albers, es la vía de la comunicación. Desde algún lugar entre el desborde y la tradición, Mónica Millán trabaja y nos interpela.